Saturday, February 27, 2016

Mangos 2.0


La niña que amaba demasiado a los mangos. Ella sí sabía de qué era la vida, y nunca le pregunté. Una chiquilla que, apenas al probar su primer mango, se enamoró locamente de él. Para ella no había nada más exquisito que un mango. Esa suave y tierna piel, dulce, cariñosa y colorada por los rayos del sol, le parecía irresistible.
Utilizaba sólo sus dedos y dientes para nutrirse de ese fruto, cosa que la llevaba a una enorme dicha. ¡Oh, cómo le gustaba morderlo! Su cara se llenaba de la más grande sonrisa, sus ojos eran estrellas, cintilando como el sol en un día de verano. Nunca tiraba las cáscaras de sus mangos; las secaba, trituraba y, después, conservaba el polvo en botellas. Tenía una cantidad considerable de estas botellas, y cada que las veía su cara se llenaba de alegría. Muchos la llamaban rara, loca, e ingenua, pero a ella no le importaban los insultos, pues sabía lo que hacía, ya que para ella eran su nirvana: su paraíso. No podía evitar seguir cayendo, ¿qué más podría haber hecho? Aún cuando un día comió unos mangos verdes, y se sintió traicionada por su fruto, se recuperó rápidamente y siguió con su vida amarilla: perdonó el daño.
Una y otra vez perdonó el daño. Una y otra vez siguió con su vida amarilla.
Cada vez caía más rápido, más fuerte.
Días,
semanas,
meses.
La niña creía tener más tiempo, creía que la temporada se extendería hasta el siempre.
Ojalá nunca se me olvide su sonrisa en esos últimos momentos felices; ni nuestras risas, un sutil banquete para el alma. ¡Oh, su cara! Llegó el deplorable día en que la temporada de mangos acabó. Dependió mucho de sus mangos, y tuvo que pagar el precio de desperdiciar su vida en algo que sólo dura un invierno. Una niña sin mangos podría sobrevivir, ¿pero acaso a eso se le podría llamar vida? Tal vez por eso la niña no vivió, y su frágil cuerpo no soportó el dolor. Al final, fue enterrada junto con sus botellas de mangos, creo que eso la hubiera hecho feliz.
¡Oh niña! ¿Por qué me dejaste?
¿Que no te había dicho que es aconsejable que cuando no haya mangos de manila, no pienses demasiado en ello? Creíste que el mundo se había acabado, pero podrías haber sobrevivido, por tí, por mí. Existen más frutas, más sabores, más cosas que no conociste, que nunca conocerás. ¡Maldita droga amarilla! Mi niña, la drogadicta, se ha ido para siempre.
Sobredosis de glucosa, sobredosis de felicidad.
Lo más peligroso lo tenemos frente al espejo.

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